jueves, mayo 18, 2006

El arte y sus derivaciones


Definir lo que es arte y lo que no lo es a través de cánones rígidos es una tarea que además de imposible es bastante pretenciosa. No es esa nuestra voluntad en este post, no queremos teorizar sobre un sistema de discriminación estética sino exponer nuestra visión del sistema de las arte dentro de un esquema conceptual que nos permita entender mejor al arte y a las disciplinas artesanales y estéticas que le son adyacentes.

Ya expusimos que el arte se presenta a la imaginación del hombre como armonía de opuestos y que esta armonía era ejemplificada en la aprehensión estética, en donde las dos facultades más elevadas del espíritu humano: la sensibilidad y la inteligencia actuaban al unísono y más allá del antagonismo que les es propio. Otro de los antagonismos que vemos superados en el arte es el representado por los estándares estéticos de la sociedad y por la originalidad del genio artístico. Cuando Nietzsche definió el genio estético como saber “bailar con cadenas” pensaba en este antagonismo que expresábamos líneas arribas. Los cánones estéticos por un lado entorpecen y resecan la originalidad del artista vulgar y, por otro, permiten que se manifieste y desarrolle la inspiración del autentico vate. La originalidad vivifica la tradición, la tradición moldea y manifiesta a la inspiración verdadera haciéndola inteligible.

Teniendo estas dos oposiciones fundamentales que reconcilia la obra de arte (cánones-originalidad y sensibilidad-intelecto) cabe preguntarse ¿qué ocurre cuando la reconciliación no se produce, cuando la obra de arte se polariza en uno de esos extremos y no consigue o no desea la reconciliación? Sin pretender mostrar todas las posibilidades de lo para-artístico expondremos a continuación como de cada dicotomía no superada surgen dos formas que se acercan a lo artístico sin llegar a ello; esto es lo que denominamos en el título de este post: lo adyacente al arte.

El primer antagonismo no superado que analizaremos será el de la sensibilidad y el intelecto. La no resolución del antagonismo se presenta aquí de dos maneras: la obra artística es desarmónica por una tendencia excesiva a la sensibilidad o por contra, esta desarmonía surge cuando la obra no sugiere nada a la sensibilidad sino solo representa un gozo al intelecto. En el primer caso estaríamos hablando de un arte frívolo (obras que hablan a la sensiblería antes que la sensibilidad) y en el primer caso de un arte frío (el llamado “arte intelectual”). En uno y otro caso este arte es un arte frustrado, un arte que no ha alcanzado su elevado propósito de armonizar esas dos formas esenciales del alma del hombre: razón y pasión.

El segundo antagonismo es el representado por el conflicto entre cánones estéticos y la originalidad del genio. Es otra forma de ese antagonismo básico entre individuo y sociedad. Como en el anterior caso la desarmonía se presenta por exceso en uno de los dos polos. Un excesivo cuidado por los cánones estéticos establecidos convierte la obra de arte en algo muerto y que no trasmite nada, este es el caso del arte vulgar que puede degenerar en artesanía: un producto reconocible y repetitivo sin chispa de inspiración cuyo único merito es la repetición de ciertos parámetros estéticos establecidos. Por otro lado un olvido de estos cánones estéticos puede convertir el arte en un galimatías ininteligible, un arte que no se esfuerza en llegar al espectador y que por lo tanto queda atrapado en su solipsismo, este es el arte esnobista, originalista... igualmente mudo que el arte vulgar pero no por su carácter común sino precisamente por todo lo contrario, por su desprecio al carácter intersubjetivo que debe tener toda experiencia estética plena.

En el próximo artículo "Cuatro modo de lo para-artístico" (link) ejemplificaré cada uno de estos cuatro tipos de construcciones subartísticas.