sábado, septiembre 01, 2007

Reflexión sociológica sobre la muerte de Antonio Puerta

Me llega vía menéame esta reflexión de Manuel Espinar sobre la repercusión mediática de la muerte del jugador del Sevilla F.C. Antonio Puerta. No tengo nada que añadir a su reflexión, efectivamente en este país, y en todos los demás me atrevería decir, existen muertes mediáticas "de primera" y otras que siendo humanamente más trágicas y políticamente más denunciables quedan en un segundo plano. Aún teniendo esto en cuenta considero que el análisis de Espinar peca de obviedad y superficialidad; voy a explicar por qué.

En primer lugar creo que su reflexión se nos ha ocurrido a todos cuando suceden atentados contra los intereses del Estado Español, accidentes de famosos (recordemos la nausea informativa del accidente de Lady Di), enfermedades a personajes públicos o bajas en las guerras en las que el Estado Español esta inmerso. Los muertos del Estrecho o los muertos en el trabajo por accidentes evitables deberían ser cubiertos, también, informativamente, mucho más teniendo en cuenta que son muertes que pueden evitarse y que denuncian de suyo las contradicciones del Sistema. Esto, repito, es algo obvio sobre lo que todos nosotros hemos reflexionado más de una vez. Por otro lado, es obvio que los medios de propaganda de las democracias liberales no van a ser precisamente las encargadas de poner en evidencia las contradicciones del Sistema. Es por todo esto que la reflexión de Espinar, aún siendo acertada, me parece que peca de obvia; los que hemos soportado asqueados los "reality show" sobre la muerte de Paquirri, Lady Di o Antonio Flores hace tiempo que tomamos la única decisión que cabe ante ese nuevo pero sutil NODO que es la televisión: prescindir de ella en nuestras casas e ignorarla en nuestra vida cotidiana.

En segundo lugar, me parece interesante pensar en las razones sociológicas de una noticia así y de sus efectos obvios en el grueso de la población. Todos podemos entender la realmente dramática muerte de Puerta y las razones de este drama: su juventud, su vitalidad, el hecho de estar esperando un hijo, etc. nos hacen ver que ciertamente su muerte ha sido un hecho triste y dramático pero, esto no justifica, como ya vimos, que su muerte haya provocado socialmente la consternación que de hecho ha provocado. Aunque podríamos pensar que el bombardeo informativo ha contribuido a que se produjese este efecto en la población, cosa cierta por otro lado, esto aún no explicaría las razones sociológicas de esta sensación colectiva de drama ni las necesidades sociales que este estallido emocional colectivo satisface. Esta situación, conviene recordar, no es nueva y en España hemos tenido otras situaciones de "consternación social" parecida a la actual, aunque por distintas razones, desde siempre: las citadas muertes de "famosos", las niñas de Alcasser, la muerte de Miguel Ángel Blanco, el secuestro de Ortega Lara y un largo etcétara. Algunos de estos ejemplos provocaron una "consternación social" mayor o menor, sufrieron una manipulación política y mediática de diferente nivel pero tienen en común algo entre ellas y el fallecimiento de Puerta: la sensación de un "drama colectivo".

Pero sigue en pie mi pregunta: aunque es obvio el papel de los medios de masas en la generación de esta sensación de "drama colectivo" que su finalidad sea la de distraer la atención me parece insuficiente, para distraer la atención basta Paula Vázquez o Ramón García... ¿cuál es la finalidad profunda, entonces, de estos mediáticos "dramas colectivos" de los que la muerte de Puerta es un ejemplo menor? A mi entender la verdadera finalidad es la de generar en la sociedad una catarsis emocional colectiva que produzca un falso sentimiento de unidad; este sentimiento ficticio de unidad satisface una necesidad humana fundamental: el deseo de un animal tan hipersocializado como es el hombre de no sentirse solo.

Esta idea se me ocurrió viendo las imágenes de masas llorosas en el sepelio o a las puertas del hospital. La imagen de esas masas heterogéneas de gente llorando por un mismo motivo me recordó casi al instante las imágenes de la Semana Santa de mi ciudad en donde miles de personas se emocionan colectivamente ante el paso de esculturas que representan hechos dramáticos: la muerte de un joven inocente en la cruz y la representación del llanto de una madre buena y amorosa ante la muerte de su hijo. La descarga emocional que para un creyente supone este "drama colectivo" es equiparable a esa catarsis que nos sirven en bandeja los medios de comunicación de masas cada dos por tres en los telediarios. La indignación, el llanto o el odio hacia los malvados une al grupo ante un hecho determinado, ya sea la muerte de Jesús de Nazaret, de Puerta o el secuestro de Madeleine, fortaleciendo la socialización del grupo y la descarga afectiva que al ser grupal está desinhibida. Dejo al lector hayar los múltiples ejemplos que de este "drama colectivo" y su función socializante se encuentran en el resto de religiones o de grupos socialmente cohesionados.

La decadencia y paulatina desaparición de la religión cristiana en Occidente ha favorecido que en las democracias burguesas este papel de generar "dramas colectivos" cohesionantes y catárticos haya sido asumido por la televisión.

Llegando al final de este post podemos preguntarnos: ¿es posible que esta necesidad fundamental del hombre de la cohesión social mediante las emociones sea satisfecha de una manera más constructiva que con la creación pseudomitológica del "drama colectivo"? Personalmente creo que sí pero que es una solución antes ética que sociológica; es decir, que para no ser víctimas de un sentimiento de cohesión social ficticio y emocionalmente superficial deberíamos construir una personalidad con una afectividad madura en la que los vínculos de fraternidad fueran prioritarios frente a otros vínculos insatisfactorios e impuestos al individuo por un entorno social patológico. Este es un proyecto ético que depende de cada cual y no de ninguna política... como pasa en casi todo lo que importa.

Sé feliz

P.D. Para analizar como las sociedades laicas occidentales buscan otros medios para satisfacer los anhelos que antes cubrían las religiones recomiendo encarecidamente la lectura del libro del erudito rumano Mircea Eliade "Lo sagrado y lo profano"; un análisis que establece paralelismos muy significativos y plantea cuestiones sobre las consecuencias de la decadencia de la religiosidad en Occidente sin moralinas estériles.