lunes, marzo 10, 2008

¿Qué es la filosofía antigua? De Pierre Hadot

“Hoy se considera soñador al que vive de una manera conforme a lo que enseña.” Kant


La lectura de la obra de Pierre Hadot “¿Qué es la filosofía antigua?” ofrece una idea sugerente sobre el sentido profundo de la filosofía, idea que se va desarrollando a lo largo de todo el libro. La filosofía tal y como la conocemos ahora, la filosofía de la enseñanza secundaria, de universidad, en definitiva, la filosofía de los profesores de filosofía se nos presenta hoy como una construcción teórica sin ninguna vinculación con la vida misma. La filosofía de Universidad es una disciplina centrada en la dilucidación de enigmas teóricos pero que no compromete, generalmente, al investigador con una opción vital determinada. La opción filosófica que se adopte (estructuralismo, psicoanálisis, posmodernismo, etc.) no lleva aparejada más que una coherencia argumentativa entre afirmaciones pero no una coherencia vital entre el discurso teórico y la acción.


Para Hadot esta idea de la filosofía no pertenecía a la disciplina en sus orígenes. La filosofía antigua fue un intento sincero de cambiar de vida, un deseo de vivir con coherencia y honestidad, una voluntad de alcanzar la felicidad sin indignidad. Para los lectores del divino Platón esto es obvio, la virtud platónica aparece una y otra vez en sus diálogos como meta del discurso filosófico y la figura de Sócrates, con su dramático final, es el perfecto ejemplo de que la filosofía, en sus orígenes, era antes un modo de vida coherente y auténtico que una mera especulación. El hecho de que Sócrates no dejara nada escrito y que su ocupación fundamental fuera inquirir a sus conciudadanos sobre la virtud moral muestra bien claramente lo que quiere decir Hadot.


Con esta idea central, la filosofía como compromiso vital, avanza Hadot en su libro analizando el papel de la “escuela” en la filosofía antigua. Platónicos, epicúreos, peripatéticos, estoicos, cínicos, neoplatónicos y escépticos se agruparon en sus respectivas escuelas. La escuela en la filosofía antigua no debe entenderse como un lugar de intercambio de información y conocimiento (al modo de los actuales centros de enseñanza) sino que eran, prioritariamente, centros de convivencia espiritual e intelectual. Así lo refleja Hadot con las cartas de Epicuro o con los fragmentos de testimonios sobre estos centros humanos. La filosofía nace en la antigüedad con la vocación de escuela ya que su voluntad es la trasformación del hombre, la invitación a un nuevo modo de vida, la vida filosófica en donde la vida y el discurso se mantienen entre sí, sustentándose en coherencia. Analizando un poco la Academia platónica, el Jardín de Epicuro o la convivencia de los cínicos vemos hasta que punto este hecho obvio puede pasar desapercibido para nuestra mentalidad intelectualista.

El cristianismo vino a continuar este modelo, por eso se pudo autoproclamar la “verdadera filosofía” porque proponía un “modo de vida” que la religión pagana no proponía pero sí la filosofía. Con esta usurpación del papel de la filosofía esta pasó a convertirse en lo que es hoy: un discurso sobre Dios, el hombre o el mundo cuya vinculación con el compromiso vital es mínimo. A pesar de lo dicho, Hadot reconoce que esta idea de la filosofía como compromiso vital nunca ha desaparecido del todo, Nietzsche, Schopenhauer, Spinoza o Montaigne son ejemplos de esto pero, indudablemente, este compromiso vital, esta invitación a vivir la vida en autenticidad y radicalidad no son, ni mucho menos, lo central en la filosofía occidental. Hadot propone una filosofía que revitalice su papel de trasformadora vital, que reviva su invitación loca e insensata a vivir una vida que merezca la pena ser vivida.


En este libro Hadot antes de centrarse en las doctrinas de las escuelas helenísticas se centra en sus propuestas vitales, comentando los ejercicios espirituales que todas estas escuelas practicaban, sobre todo meditaciones sobre máximas o sobre la fragilidad de la vida.


Un tema a mi juicio importante pero que el autor toca muy superficialmente son los paralelismos biográficos entre los filósofos griegos y los sabios orientales: la indiferencia escéptica ante todo, la renuncia radical a toda propiedad de los cínicos, la conciencia de lo vacío de los afanes humanos de los estóicos, la búsqueda total de la unión con el Uno de los neoplatónicos, la ingenua sonrisa del ignorante Sócrates... ¿no recuerdan la figura de tantos y tantos sabios orientales, que al fin y al cabo no buscaban más que lo que buscaban los antiguos filósofos griegos, la vida buena? Como dice J.-L. Solère citado por Hadot: “Los antiguos estaban quizás más cerca de Oriente que nosotros”.


Un libro interesante que nos muestra una filosofía viva, más allá de manuales polvorientos o monsergas de profesores funcionarios. Recomendable.


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