martes, mayo 27, 2008

Sobre lo patético, lo indigno y lo vulgar en la estética de Schiller

En el presente trabajo voy a exponer de modo resumido las ideas del poeta y pensador alemán Friedrich Schiller sobre lo patético, lo vulgar y lo indigno en la obra de arte. Me basaré para hacer el siguiente trabajo en dos de sus obras: "Sobre lo patético" (1793) y "Reflexiones sobre el uso de lo vulgar y lo indigno en el arte" (1793) en la traducción de Víctor Manuel Borrero Zapata y Juan Pablo Larreta Zulategui.

LO PATÉTICO:

Se entiende por patético la representación del sufrimiento. En cuanto tal representación no puede ser una finalidad del arte aunque sí puede servir como medio a la representación artística. El arte tiene como finalidad lo suprasensible y el arte trágico muestra este principio suprasensible constatando en su representación la resistencia de la moral contra las leyes de la naturaleza, como es lógico esta resistencia se manifiesta con mayor intensidad cuanto más intenso es el ataque. El dolor representa, en lo patético, este ataque hacia lo moral.
El sosiego y la paz externa no pueden ser considerados como efecto de la fuerza moral si no queda claro que no es efecto de la insensibilidad. A nadie impresiona la resistencia de un árbol a los golpes ya que es un ser inanimado, tampoco impresiona estéticamente la resistencia de un héroe aqueo a las picaduras de un mosquito ya que su sensibilidad no se ve perturbada por tan poca cosa. Sólo se puede representar la libertad moral con la representación viva del dolor por lo que el héroe trágico debe aparecer primero como ser sensible para que reconozcamos en él la presencia del espíritu que lucha fieramente contra el dolor.
Un enemigo natural de lo patético es la decencia, es decir, la conveniencia social de no mostrar la sensibilidad en toda su cruda realidad. Esta decencia ha devaluado la credibilidad de los héroes sufrientes de la tragedia francesa (Corneille, Voltaire...) en donde el protagonista inmerso en los más terribles sufrimientos no olvida jamás su rango. Al contrario el poeta griego exonera a sus personajes de la fútil atadura de la decencia que vuelve artificioso al ser humano y oculta su ser natural; el héroe trágico griego no busca mostrar su superioridad en la insensibilidad al dolor sino en el sobrellevarlo merced a su fuerza moral. Este es el verdadero camino del arte trágico para Schiller arte que tiene como primera obligación la representación de la naturaleza doliente y en segundo lugar la representación de la resistencia moral del hombre frente al sufrimiento.
La representación de la conmoción producida por el dolor no tiene en sí mucho valor estético y esta representación cuando aparece superada por la fortuna, es decir, no por una verdadera resistencia moral pertenece a la esfera de lo amable. De esta representación de lo amable se encarga el drama (mezcla de tragedia y comedia) en donde las tristes vicisitudes de los personajes se ven recompensadas finalmente por un fortuito "happy end". El drama (ejemplificado hoy por las telenovelas o las películas lacrimógenas) no tiene más misión que producir una descarga de los conductos lacrimales del espectador pero el espíritu se va vacío y la confianza en la nobleza del ser humano no se ve reforzada en absoluto.
Contrario a lo amable es la representación del dolor por el dolor mismo. Esto tampoco es edificante ni propio del arte más noble ya que el arte debe regocijar al espíritu y mostrar la libertad. La presentación de un ser humano preso del dolor sin más no difiere de la presentación de un animal doliente pues, en tanto seres sensibles el hombre y el animal son similares mientras que el fin del arte es representar la superioridad de la libertad sobre la necesidad animal. Ejemplos de manifestaciones artísticas que muestran el dolor por el dolor mismo podrían ser las películas de terror actuales en donde los personajes son víctimas de insospechados sufrimientos sin cuento ni fin sin que aparezca en ellos el brillo de la resistencia moral; en estos filmes el hombre aparece como sujeto pasivo del sufrimiento, sin ningún destello de su libertad moral.
La representación de la faceta sensible del hombre sin más es vulgar en tanto que lo patético en cuanto representación de la resistencia moral del hombre al dolor es noble. Noble y vulgar son conceptos que designan una mayor o menor independencia, respectivamente, de lo sensible.
Lo patético se torna en categoría estética cuando separándose de lo vulgar pasa a lo temible y llega, finalmente, a la esfera de lo sublime. Esto ocurre cuando, en primer lugar, reconocemos la irresistible fuerza de la naturaleza frente a la fragilidad del hombre como algo temible y cuando, en segundo lugar, tomamos conciencia en nuestra voluntad de su absoluta independencia con respecto a la naturaleza viendo esta naturaleza como algo sublime. De aquí concluye Schiller que el alma vulgar sólo es capaz de ver en lo patético el lado temible mientras que sólo el alma moral está capacitada para elevarse de lo temible a lo sublime al captar lo suprasensible en la resistencia del hombre a la naturaleza.

LO VULGAR Y LO INDIGNO:

Como hemos visto otras categorías estéticas sobre las que reflexiona Schiller son lo vulgar y lo indigno. Vulgar es todo aquello que no atañe al intelecto y que no interesa más que a lo sensible. Se puede comprender fácilmente que existen infinidad de cosas que en sí mismas son vulgares pero lo cierto es que, según Schiller, lo vulgar puede verse ennoblecido por el tratamiento que el artista le ofrezca y la cosa más noble puede verse vulgarizada por un tratamiento inapropiado por lo que podemos concluir que lo vulgar en el arte tiene más que ver con la forma de representar un contenido que con el contenido mismo aún cuando, evidentemente, haya contenidos más susceptibles de un tratamiento noble que otros.
El tratamiento vulgar en el arte se produce cuando lo casual se representa tan detalladamente como lo necesario, cuando se desatiende lo notable y se expone lo más insignificante con detalle. Por ejemplo, representar la Última Cena como una mera comilona entre amiguetes, dejando en segundo plano el drama moral que supone una reunión en donde uno de los convidados va a traicionar y propiciar la muerte de otro de los comensales, siendo además el mismo maestro el que va a ser víctima de su traición, sería algo vulgar; lo esencial en el ejemplo es lógicamente el drama moral que se ha comentado y no el mero hecho de reunirse a cenar.
Lo vulgar es, por lo tanto, totalmente contrario al arte.
Lo indigno está a un nivel más inferior que lo vulgar ya que mientras que lo vulgar es la carencia de nobleza, lo indigno es la carencia de alguna propiedad perfectamente exigible. La búsqueda del propio interés conforme a la legalidad es algo vulgar que muestra un espíritu carente de nobleza y de capacidad para el autosacrificio; pero más lejos llega la indignidad cuando esta búsqueda del propio provecho se hace a despecho de los deberes civiles, cayendo en medios despreciables para satisfacer la propia ambición.
A pesar de estar a un nivel inferior a lo vulgar lo indigno sí tiene cabida en el arte ya que se separa de la mediocridad representada por lo vulgar, mediocridad que no tiene cabida en la obra de arte. En la obra de arte que pretenda movernos a risa tiene su lugar lo indigno siempre que el autor no traspase los límites y llegue a provocarnos repulsión (como me temo ocurre en muchas tele comedias actuales en donde lo indigno ocupa tanto espacio que se torna en lo habitual y nuestra sensibilidad humorística sólo parece verse agitada cuando lo indigno da una vuelta de tuerca más y cae de lleno en lo repugnante).
También admite Schiller que lo indigno tiene cabida en la obra seria e incluso trágica cuando puede transformarse rápidamente en lo temible de tal modo que la momentánea ofensa contra el buen gusto es eclipsada por la agitación del estado de ánimo producido por lo temible. Aquí es donde introduce Schiller su consabido ejemplo de que el asesinato tiene un mayor valor estético que el robo ya que el robo implica debilidad y cobardía mientras que el asesinato nos resulta más temible por la fuerza que se necesita para perpetrarlo. Cuando el crimen produce tal horror en el público que su indignidad queda en un segundo plano es factible su representación artística toda vez que manifiesta un hecho que agita el ánimo con sentimientos que sobrepasan las meras consideraciones éticas que podrían empañar la sensibilidad estética.
Sobre esta discrepancia entre estética y ética he hablado ya en un artículo anterior.

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