martes, junio 17, 2008

¿Estamos al final de los metarrelatos?


La muerte de los metarrelatos es una idea recurrente en la reflexión sociológica desde los finales de los 70 inicios de los 80. Según esta idea todos los relatos totalizantes sobre la historia y el sentido del hombre en ella han muerto. El comunismo o el fascismo son ejemplos de metarrelatos: la historia progresa hasta el advenimiento de un sistema social justo que dota de sentido a todos los miembros de la colectividad. El metarrelato no sólo es un proyecto político sino también ético ya que propone un modo de situarse en el mundo social, un ethos característico que le es propio. El final de los movimientos totalitarios y la secularización de la sociedad moderna llevarían aparejados el final de estos metarrelatos, de estos mitos históricos portadores de sentido y supuestamente liberadores. Esta época escéptica sobre la capacidad liberadora del futuro se llama posmodernidad o hipermodernidad según Lipovetsky ( ¿para cuando la megamodernidad?).

¿Pero esto es realmente así? ¿Tiene algún viso de verosimilitud? A mi juicio ninguno, es un análisis superficial y muy parcial de la realidad contemporánea; sólo desdeñando el grueso de los datos que nos llegan por los medios o simplificándolos hasta la caricatura podemos sustentar el diagnóstico posmoderno de "la muerte de los metarrelatos".

En primer lugar, los metarrelatos tienen plena vigencia en muchos países no occidentales, metarrelatos de tinte religioso y de tinte político. China, con sus más de 1.300 millones de habitantes, vive bajo la égida del metarrelato comunista; Irán, los países del Golfo y otros muchos del mundo islámico viven creyendo en el poder redentor del Islam; otros países como Venezuela se embarcan ahora en un metarrelato redencionista y liberador, el metarrelato bolivariano. Por último, podemos preguntarnos hasta que punto los Estados Unidos no vive, también, inmerso en un metarrelato maniqueo en donde el país americano encarna los principios de la Libertad, Democracia y Justicia, metarrelato que cuenta, incluso, con su buena dosis de religiosidad, al menos en su vertiente republicana y con mucha violencia para hacerse valer.

Incluso en Europa la consigna de la Democracia como sistema político cuasi acabado se repite sin miramientos a diestro y siniestro y es un contenido inculcado a los niños en las escuelas. ¿Realmente acabaron los metarrelatos? Probablemente el supuesto fin de los metarrelatos que anuncian los pos-hiper-mega-modernos no sea más que el diagnóstico del propio desencanto de la intelectualidad europea hacia los antiguos regímenes comunistas del Este y las actuales democracias burguesas. Para el grueso de la población europea y para la inmensa mayoría de la población mundial los metarrelatos ya sean de corte redencionistas (v. gr. comunismo o islam) o burocráticos (democracia) tienen en la actualidad plena vigencia. Y lo peor de todo es que además sus métodos totalitarios de imposición siguen igualmente vigentes; basta ver la actual ocupación de Palestina o Irak, el terrorismo islamista, el conflicto vasco, etc. Es difícil saber de que hablan los hipermodernos cuando se refieren al fin de los metarrelatos, en la vida real ese final no es tal y ni tan siquiera probable a corto plazo. Por esta razón me inclino a ver en este fantasmagórico final de los metarrelatos un autoanálisis de la ideología de la inteligentzia europea antes que un efectivo análisis sociológico de lo que ocurre en el mundo.

Otro tema central muy típico de la posmodernidad ha sido la pluralidad y la pérdida de valores; según los posmodernos la época actual se caracteriza por la pluralidad de discursos en su seno y por una pérdida de valores de referencia generalizada. Sin embargo no puedo evitar recordar que desde Hesíodo, que sepamos, estamos con la monserga de la "pérdida de valores", la decadencia de la juventud, etc. Por otra parte, esa pluralidad del mundo actual no es más que una apariencia de pluralidad. Los medios de comunicación occidentales disienten en los temas accesorios dejando como evidentes ciertos dogmas democráticos por todos evidentes; las críticas al sistema son superficiales y además intrascendentes toda vez que no tienen el poder de movilizar a la población ni de transformar el sistema. La cultura de la frivolidad de la que hablan los hiper-posmodernos es frívola en los temas que el status quo le permite ser frívola pero los dogmas democráticos son indubitables e incontrovertibles. Existe pluralidad a un nivel teórico pero en la praxis los medios de comunicación reducen todo pensamiento realmente disidente a una anécdota o lo encasillan con el rótulo de "antidemocrático", rótulo bajo el que caen desde terroristas o extremistas políticos a gente que cree que tienen derecho a una vivienda digna y actúan en consecuencia.

En definitiva el análisis pos-hiper-mega-plus moderno no es más que una ficción sociológica para el entretenimiento narcisistas de la nueva clase bienpensante, los intelectuales del sistema... nada más.

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