domingo, septiembre 14, 2008

El miedo a la libertad (ii): los mecanismos de evasión

En el artículo anterior sobre este tema expuse como, según Fromm en su libro "El miedo a la libertad", el hombre desde su infancia va desarrollando su individualidad conquistando paulatinamente una mayor libertad. Sin embargo el desarrollo de la libertad se veía entorpecido por múltiples causas que frustraban al sujeto en su evolución y le obligaban a huir de la angustia y de la soledad a través de mecanismos de evasión. En este post analizaré el funcionamiento de estos mecanismos de evasión.

El sujeto que cae en mecanismos de evasión podemos considerarlo psicológicamente anormal pero ¿qué es la controvertida "normalidad psicológica" a ojos de Fromm? Sin que nos percatemos de ello solemos trabajar con dos conceptos de normalidad psiquiátrica. Por una parte una persona será considerada normal desde una perspectiva social cuando es capaz de desempeñar el papel que le corresponde dentro de la sociedad en cuestión; por otro lado desde la perspectiva del individuo consideramos normal a aquella persona que desarrolla sus potencialidades en un grado alto y es feliz.

Como es extraño que una sociedad permita a todos los individuos el desarrollo pleno de sus potencialidades es frecuente que ambas definiciones de normalidad no coincidan e incluso sean contradictorias. Una mujer independiente y libre en el medioevo podía ser considerada una anormal y ser llevada a la hoguera por el simple hecho de buscar su propio autodesarrollo; pensemos también en ciertos colectivos sociales que por el simple hecho de su nacimiento, orientación sexual o creencia eran marginados y estigmatizados por las estructuras sociales imperantes como anormales. Pongamos el ejemplo de un carcelero nazi en un campo de trabajos forzados, en este caso la normalidad social es sinónimo de normalidad humana; en esta situación ¿qué carcelero sería más normal desde el punto de vista de los valores humanos el que se adapta a su trabajo con eficiencia o el carcelero neurótico? El neurótico según Fromm es el individuo que no ha podido adaptar sus motivaciones vitales al contexto social en el que vive, si ese contexto social es patologizante podría darse el caso que su anormalidad social fuese un síntoma de normalidad desde la perspectiva meramente individual. La palabra neurosis o normalidad social sólo tienen valor para Fromm en relación con la adaptación del individuo a su contexto social pero no nos dice nada sobre la normalidad del individuo como tal. De hecho los mecanismos de defensa que vamos a ver a continuación son mecanismos que el individuo adopta como defensa hacia la intromisión social en su autodesarrollo; estos mecanismos son callejones sin salida en donde el desarrollo personal del individuo queda anclado y suelen generar grandes dosis de sufrimiento y frustración, aún así estos mecanismos pueden ser perfectamente admitidos por la sociedad.

Existen tres mecanismos de evasión fundamentales: el autoritarismo, la destructividad y la conformidad. Pasamos a continuación a analizar el autoritarismo que en palabras de Fromm:

"consiste en la tendencia a abandonar la independencia del yo individual propio, para fundirse con algo, o alguien, exterior a uno mismo, a fin de adquirir la fuerza de que el yo individual carece"
 E. Fromm; El miedo a la libertad; Paidos Contextos 2006 p. 156.


Este autoritarismo se muestra en dos caracteres típicos, el sádico y el masoquista, que suelen combinarse frecuentemente en el carácter sadomasoquista . El carácter sádico se distingue por el placer que le proporciona someter física o moralmente a otras personas y convertirlas en meros instrumentos de su voluntad. Estas tendencias sádicas están fuertemente racionalizadas y permanecen generalmente a un nivel inconsciente; el sádico se oculta su carácter bajo la forma de una extremada bondad o una exagerada preocupación por el prójimo que le empuja a someterlo "por su bien". El sádico depende emocionalmente de la persona a la que somete, es tanto el tirano como el esclavo de su víctima ya que los únicos sentimientos de fuerza que el carácter sádico posee son los que nacen del hecho de ser el dominador de alguien.

El carácter masoquista es la contrapartida del carácter sádico, si este encontraba su sentimiento de fuerza en el someter a otros el masoquista haya tranquilidad y reposo en  renunciar a su identidad en beneficio de terceras personas que ejercerán el poder sobre él como guías o autoridades incontrovertibles. Tanto el carácter sádico como el masoquista hayan la fortaleza de su yo en una relación de poder con otra persona; ambos persiguen lo mismo aún con actitudes tan encontradas: evadir al individuo de su insoportable sensación de soledad e impotencia. Pero ambas soluciones son meras huidas, el sujeto pretende pertenecer a algo pero esa pertenencia es ficticia y las obligaciones de ejercer cada vez mayor poder (sadismo) o mayor sumisión (masoquismo) para evitar la angustia y la soledad que siempre acechan hacen que estos mecanismos de evasión acaben produciendo estados de sufrimiento psíquico más profundos de los que se pretendían evitar. Aún así en sociedades totalitarias el carácter sádico-masoquista podría ser considerado socialmente normal y adaptarse perfectamente a estructuras de poder rígidas.

En ocasiones el sadomasoquismo se ha confundido con el amor pero el amor, realmente, se basa en una relación de igualdad y libertad en donde el pleno desarrollo de las potencialidades del amante es o debería ser compatible con el desarrollo del amado. La subordinación masoquista a una figura de autoridad (es de triste actualidad los casos de mujeres que dicen tolerar el maltrato porque "aman" a su maltratador) puede generar alguna pseudo satisfacción psicológica como mecanismo de evasión pero no puede ser considerado amor. Por otro lado aquella persona que manda y somete a otras personas por amor hacia ellas, por su propio bien también está confundiendo una relación de dominio sádico con un sentimiento de amor genuino. 

La relación sadomasoquista no se basa en la fuerza sino en la debilidad, es la muestra de la incapacidad del individuo para mantenerse solo y subsistir como una realidad diferenciada en el mundo; el sádico-masoquista no muestra en su conducta poder ni fuerza sino impotencia para relacionarse armónicamente con el mundo real y humano que le rodea ya que sólo puede dominarlo o someterse a él. Por todo lo anterior podemos decir que la persona sadomasoquista se caracteriza porque su relación hacia la autoridad es de admiración y sometimiento pero, al mismo tiempo, desea poseer esa autoridad para ejercerla sobre otros más débiles que él. Fromm denominará a esta personalidad sadomasoquista personalidad autoritaria, esta personalidad autoritaria que busca la evasión de su propia libertad en el mandar y en el obedecer es la que ha sostenido y sostiene a los regímenes autoritarios de diverso cuño.

La personalidad autoritaria en las actuales democracias parece tener un papel marginal pero no es necesariamente así según Fromm. En la Edad Media y en los gobiernos fascistas la autoridad estaba personificada por reyes, obispos, maestros, etc. con la llegada de la Reforma empezó a emerger un nuevo concepto de autoridad: la autoridad subjetiva, la propia conciencia como guía inflexible de nuestros actos y nuestros deseos; sin embargo, el triunfo de la democracia burguesa en occidente parece que trajo aparejado una mayor laxitud de esa conciencia individual, de ese super-yo que constreñía la mentalidad victoriana hasta llevarla a la histeria. ¿Podemos por lo tanto decir que haya muerto la autoridad tal y como la entendemos? Para Fromm no, la autoridad ahora se ha vuelto autoridad anónima, se ha transformado en normalidad social, psicológica, de costumbres, etc. la televisión ha tenido mucho que ver en ello y los modelos normales de conductas que nos proponen los programas y los noticiarios no nos son impuestos sino que más bien se nos dan como ya dados y tácitamente aceptados por todos. En esta situación el hombre moderno aún es en buena medida siervo de patrones de conductas que vienen pseudoimpuestos por una normalidad anónima e impersonal.

El segundo mecanismo de evasión del que trata Fromm es de la destructividad. Mientras que el carácter sádico pretendía someter al mundo el carácter destructivo pretende aniquilar todo lo que se oponga a su personalidad. La comparación con la realidad muestra al individuo destructivo su pobreza psicológica y para evitar esta comparación odiosa el sujeto opta por destruir el objeto que le genera esta sensación desagradable.

"La vida posee un dinamismo íntimo que le es peculiar; tiende a extenderse, a expresarse, a ser vivida. Parece que si esta tendencia se ve frustrada, la energía encauzada hacia la vida sufre un proceso de descomposición y se muda en una fuerza dirigida hacia la destrucción. En otras palabras: el impulso de vida y el de destrucción no son factores mutuamente independientes, sino que son inversamente proporcionales. Cuanto más el impulso vital se ve frustrado, tanto más fuerte resulta el que se dirige a la destrucción; cuanto más plenamente se realiza la vida, tanto menor es la fuerza de la destructividad. Esta es el producto de la vida no vivida."
E. Fromm; El miedo a la libertad; Paidos Contextos 2006 p. 194.

Cuando una persona se dedica a actividades destructivas sin que haya razón clara para ello la sociedad suele considerarlo un enfermo o un elemento asocial. Por lo tanto cuando una persona posee conductas destructivas tiene que ocultarlas tras una fuerte racionalización socialmente aceptada para poder ser admitido en el grupo al que pertenece.

El tercer y último mecanismo de evasión del que nos habla Fromm es la conformidad automática. Se entiende por conformidad automática aquel mecanismo de evasión que hace que el yo del individuo se diluya en la sociedad circundante, se puede comparar al mimetismo del camaleón que lo hace indistinguible de su entorno; el individuo que adopta la conformidad automática como forma de conducta habitual adopta el tipo de personalidad que le proporcionan las pautas culturales, es igual a todo el mundo y se comporta tal y como se espera que se comporte.

Casi siempre el individuo conformista considera que su línea de actuación es propia y libremente elegida pero en realidad no es así, más bien ocurre que este tipo de individuo racionaliza los motivos por los que adopta la conducta conformativa. Las ideas que surgen espontáneamente del pensamiento son siempre nuevas y originales mientras que las racionalizaciones de los motivos no hacen más que confirmar los prejuicios emocionales que se encuentran ya dentro del mismo individuo. Esto nos hace preguntarnos hasta qué punto podemos decir que nos pertenecen nuestras decisiones cuando muchas veces no han surgido de una elección personal sino que hemos sido empujados a ellas por miedo al aislamiento o incluso por amenazas directas sobre nuestra vida o libertad. Fromm llega a afirmar que es posible que en muchas personas, incluidos nosotros mismos, el número de decisiones originales es un fenómeno relativamente raro; la mayoría de las veces los motivos por los que adoptamos un comportamiento u otro no están basados en verdaderas elecciones autónomas del individuo. El mecanismo de conformidad automática sería un caso extremo de esta despersonalización de las decisiones, el individuo no elige su destino aunque así lo parezca y lo crea.

La sustitución de pseudoactos en lugar de actos propios y personales conduce finalmente a una sustitución del yo original del individuo por un pseudoyó que se comporta como un actor que representa el papel que le ha sido asignado. Pero al igual que los otros dos mecanismos de evasión analizados la conformidad también lleva al sujeto a una situación sin salida:

"La pérdida del yo y su sustitución por un seudoyó arroja al individuo a un intenso estado de inseguridad. Se siente obsesionado por las dudas, puesto que, siendo esencialmente un reflejo de lo que los otros esperan de él, ha perdido, en cierta medida, su identidad. Para superar el terror resultante de esa pérdida se ve obligado a la conformidad más estricta, a buscar su identidad en el reconocimiento y la incesante aprobación por parte de los demás. Puesto que él no sabe quién es, por lo menos los demás individuos lo sabrán... siempre que él obre de acuerdo con las expectativas de la gente; y si los demás lo saben, él también lo sabrá... tan sólo con que acepte el juicio de aquéllos."
E. Fromm; El miedo a la libertad; Paidos Contextos 2006 p. 213.

La conformidad automática es el mecanismo de evasión propio del hombre democrático que se encuentra en una extraña paradoja: es libre para hacer lo que quiere pero es incapaz de querer libremente. De la conformidad automática como mecanismo psicológico propio del ciudadano democrático trataremos en el siguiente post sobre "El miedo a la libertad".

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